viernes, 8 de agosto de 2014

NOTAS SOBRE EL EVANGELIO DE LOS HEBREOS


 Kim Pérez

Rehago aquí el artículo publicado en este blog el 17 de mayo de 2007,  para hacer ahora más énfasis en los propios textos conservados como citas de los Padres de la Iglesia.  También añado  citas  que se refieren a los Desposyni, parientes de Yeshua ha Natzrati que siguieron al frente de la Comunidad Judía Nazarena de Yerushalayim. E ideas de José Montserrat Torrents en "La Sinagoga Cristiana" (Muchnik, Barcelona, 1989) Constituye el centro de mi entendimiento de los Notzrim o Nazarenos y los Evyonim o Ebionitas, los Pobres de Jerusalén, y de Jesús Nazareno Rey de los Judíos, desde mi condición de persona transexual.

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Leo en los Evangelios la historia de Jesús Nazareno y encuentro que lo más importante de ella es que es propiamente una historia, una narración de una vida real, incluido el hecho de la Resurrección (cotejable críticamente en la Sábana Santa), que se recoge en unos relatos breves y bellos como canciones.

La historia puede y debe ser tratada con el método histórico crítico, con el fin de acercarse a la verdad histórica; a partir de ese momento, será posible que se despliegue la afectividad que los hechos históricos merezcan.

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Toda historia tiene como base material una geografía, en la que transcurren las vidas humanas. En este caso, la vida de Jesús transcurre en Galilea, la comarca del norte de la antigua Palestina, sobrenombrada Galilea de los Gentiles.

Estaba poblada por judíos, pero a la vez, lejos de Jerusalén, separada de Judea por Samaria, tierra israelita pero mucho más diferenciada, puesto que tenían su santuario en el Monte Gerizim.

Jesús era por tanto un judío galileo. Allí subsistía la fe en el Dios El, que era visto como el Padre, es decir la Causa de todo; ya, entonces, el Padre universal, pero antiguamente el Padre de los Dioses, los Elohim, el Dios de la Justicia y la Misericordia, de la razón y la compasión; llevar la razón es querer lo justo; los anavim, o desgraciados, confiaban en su ser de Padre Misericordioso y Justo. Todavía el Salmo 82 guarda la memoria de aquel Dios Padre de Misericordia y Justicia.

Como judío galileo, era hijo de la fe de su pueblo. La oración que enseñó empieza con las palabras "Padre nuestro"; y el Padre era El; y ya en la Cruz, a punto de morir, invocó a El, su fe profunda: "El-i, El-i, lemá sabactani?" (El mío, El mío, ¿por qué me has abandonado?"  Repetía las palabras del Salmo 22, que son conmovedoras, pues expresan la condición del hombre que se siente reducido a la condición de gusano.

Los ravíes galileos eran también distintos de los de Jerusalén; éstos eran eruditos en la Ley, los galileos hacían milagros, eran filósofos y místicos. No les preocupaba nada la letra exacta de la Ley, sino su espíritu. En una ocasión, los ravíes de Yerushalayim, decidieron enviar a uno de ellos a Galilea como delegado. Veintitantos años después, lo interrogaron y dijo que, durante ese tiempo, sólo había habido dos o tres consultas sobre legalismos, Jesús era un raví galileo más.

Los judíos galileos eran también fácilmente guerrilleros. Eran Zelotes y hasta Iscariotes (sicarios) Los de Jerusalén eran Saduceos o Fariseos, tranquilos y formales, cumplidores de la Ley.

A Jesús le acompañaron un Zelote y un Iscariote, reconvertidos en principio al amor al enemigo.

Jesús Nazareno era por tanto un judío galileo en todo el sentido de la palabra. Una frase como "el Sábado está hecho para el hombre y no el hombre para el Sábado" no se le podía ocurrir más que a un galileo, pues los Fariseos estaban absorbidos en pensar e imponer las minucias que podían ser problemáticas en el respeto al sábado,

Jesús Nazareno no inventó nada en relación con lo que estaba en el aire en Galilea; lo que hizo fue llevarlo a sus últimas consecuencias.

Quedan unas líneas del único libro que usaban los seguidores judíos de Jesús, el Evangelio según los Hebreos, o Auténtico de Mateo, o Judaico. Otros recuerdos tan directos como éstos se encuentran en los Evangelios canónicos, que en conjunto han sido muy rehechos, pero que guardan esas perlas auténticas: ése es el caso de las Cuatro Bendiciones y las Cuatro Maldiciones, que aparecen en San Lucas, tan distintas de las Ocho Bienaventuranzas retocadas.

El presente escrito se basa en gran parte en los textos ordenados por Aurelio de Santos Otero así como en los puntos de vista críticos reunidos por Gonzalo Puente Ojea, lo que no significa que los comparta íntegramente. Los he revisado con la obra de José Montserrat Torrents. El Evangelio de los Hebreos se conoce casi únicamente por citas de San Jerónimo y de su maestro, Orígenes. San Jerónimo dice que estaba escrito en hebreo o en arameo (la lengua de Jesús) con caracteres hebreos.

En tiempos de San Jerónimo, entre los siglos III y IV lo usaban todavía los Nazarenos de Berea (Aleppo), así como los Evyonim. Él mismo dice que se le llamaba comúnmente "Matthaei Authenticum", el Auténtico de Mateo. En una palabra, es un Evangelio casi desaparecido, del que quedan sólo un par de hojas, que la Iglesia respeta por la tradición de veneración hacia él y no se atreve a llamar apócrifo, dejándolo así en un limbo entre éstos y los canónicos.

Basta sumergirse en este Evangelio para comprender que el Rey de los Judíos prefería de corazón a los sinvergüenzas, a los humillados y a los pecadores: a los leprosos, mendigos, enfermos, a la adúltera que iba a ser lapidada, a los cobradores de los impuestos, a los despreciados samaritanos…

Había una razón sin duda: el Rey de los Judíos veía la fuerza purificadora de la humillación y hasta del pecado, su capacidad de crear corazones tiernos y amantes, sensibles a las realidades de la existencia, frente a la dureza de corazón de quienes se sienten orgullosos y encastillados en su virtud.

Así creaba un Reino al revés, en el que los últimos fueron los primeros, pero no para recibir los viejos honores, sino en la pureza e intensidad de la nueva fraternidad humana.

Examinemos su historia con cuidado. En primer lugar, lo que se conserva del Evangelio de los Hebreos, o acerca de él:

(La fe de los Notzrim o Nazarenos y los Evyonim o Pobres, ambos de Yerushalayim)

 “[Los Nazoraioi] admiten solamente el Evangelio de los Hebreos y llaman apóstata al apóstol [Paulo] (…) Han usado sólo el Evangelio según Mateo (…) Los Nazoraioi son judíos que honran al Ungido como hombre justo y usan el Evangelio llamado según Pedro”
(Teodoreto Cirense, muerto hacia 460)

En fecha tan tardía como mediados del siglo V, hablaba todavía en presente de los Nazarenos. Los identificaba su distancia radical con el Cristianismo Gentil, fundado en Paulo, su fundamento en el Evangelio (original) de Mateo ¿o de Pedro? y sobre todo en la consideración de Yeshua ben Yosef como hombre y como Ungido o Rey Mesías, frente a su divinización por los Gentiles.

Epifanio, nacido hacia 320, de familia Judía, los había descrito así (no citado por Aurelio Santos Otero) :

"Estos sectarios no se llaman a sí mismos Cristianos, sino Nazarenos... confiesan todo exactamente como la Ley lo proclama y de la forma Judía, a excepción de su creencia en el Mesías... reconocen tanto la resurrección de los muertos y la creación divina de todas las cosas y declaran que Dios es uno y su hijo Jesús el Mesías..."

 (Profecías)

“De Egipto llamé a mi hijo y será llamado Nazareno”  (Nazaraeus)
(Dos citas del Tanah,  versión hebraica, no de la Septuaginta, en el Evangelio de los Hebreos, según recoge San Jerónimo, muerto en 419 o 420)

(Genealogía)

“Lo que no sé es si [los nazarenos] han suprimido las genealogías desde Abraham hasta Cristo”
(San Epifanio, muerto en 403)

Es posible que en él se afirmara a José como padre de Jesús, y que luego siguiera como la actual de San Mateo (aunque creo que, a partir de Zerubbavel,  la ascendencia verdadera era la que hoy vemos en San Lucas; dedico otro texto a esto)

Por otras fuentes, puede enumerarse la familia cercana de Yeshua así, lo que confirma su carácter terrenal,  humano, aunque esto sólo en parte consta en los restos del Evangelio de los Hebreos:

Hermano de Josef =Clopas o Cleofás, padre  de =Simeón, sucesor de su primo Ya’akov en Yerushalayim (mencionado por Eusebio, Historia Ecclesiae, 3.11,32) ¿y, añado, de =María Cleofás?

Hermanos de Yeshua =Ya’akov el Justo (Cabeza de la Comunidad de los Evyonim o Pobres de Yerushalayim,  primero a quien se apareció según el Evangelio de los Hebreos, después de su resurrección), Yoses, Simón, Yehudah, dos de cuyos nietos comparecieron ante Domiciano, y trabajaban con sus manos,  y, añado también, ¿María Salomé?

Eusebio, en la Sección 3, capítulo 20, cita a Hegesippo, sobre la comparecencia de los Desposyni o parientes de Jesús, ante Domiciano César:  

“Todavía sobrevivían de la parentela del Señor los nietos de Judas, quien según la carne era llamado su hermano… Él les preguntó si eran de la familia de David, y ellos confesaron que sí… tenían sólo 9000 denarios entre ellos, cada uno la mitad de este suma, pero no en metálico, sino como valor estimado de alguna tierra, de sólo 39 plethra [unas 3 hectáreas y media]  y aparte tenían que pagar sus deudas, y que vivían de su trabajo, y empezaron a mostrar sus manos como prueba, exhibiendo la aspereza de su piel y los callos de sus manos por el trabajo constante.

“Siendo preguntados por Cristo y su Reino (…) respondieron que no era de este mundo, ni de la tierra, sino del cielo y los ángeles, y aparecería al fin de los tiempos, cuando vendrá con gloria a juzgar a vivos y muertos”






(Bautismo)

San Epifanio también cita el “Evangelio Hebreo” como el que usaban los Evyonim, llamándolo también “según Mateo”. Su principio decía:

“Sucedió durante los días de Herodes, Rey de Judea, que vino Yoannes bautizando con bautismo de penitencia en el Río Jordán. Se decía que era de la descendencia de Aarón el Sacerdote, [e] hijo de Zajarío y Elisábet (…) Y estaba Yohannes bautizando y vinieron a él los fariseos y fueron bautizados, lo mismo que toda Jerusalén. Tenía Yoannes un vestido de pelo de camello y un cinturón de piel en torno de sus lomos. Su alimento era miel silvestre, que sabía como el maná, como empanada de aceite”.

Empezaba, al parecer, por lo que hoy es el Capítulo 3 de Mateo, prescindiendo de la Encarnación y la Adoración de los Magos, que serían mitos deificadores, así como de la Huida a Egipto.  Sería una versión más sencilla que la canónica, y es notable en particular que acepta a los fariseos, frente a la hostilidad encendida de los versículos 7 al 12 de la versión canónica, que sería de origen Gentil.

Y seguía:

“Hubo un hombre por nombre Jesús, como de treinta años, que fue quien nos escogió. Y llegando a Cafarnaún, entró en casa de Simón, de sobrenombre Petro, y abriendo su boca dijo: Al pasar por la orilla del Lago de Tiberíades escogí a Yohannan y Yakob, hijos de Zebedaio, y a Simón y Andrés, y Zaddaio, y Simón el Zelote, y Yehudah el Iskariote. Y te llamé, Matzaio, cuando estabas sentado en tu mesa, y me seguiste. Quiero que seáis doce apóstoles como testigos para Israel”.

Mencionaba todavía sólo a nueve, y pone en labios de Mateo la autoría del escrito.

 “He aquí que la madre del Señor y sus hermanos le decían:  Juan el Bautista bautiza en perdón de los pecados;  vamos y nos bautizará. Pero les dijo: ¿En qué pequé, para que vaya y él me bautice? Si esto que dije no es por ignorancia”.
(Recogido del Evangelio de los Hebreos por San Jerónimo)

Su madre no parecía pensar en su excepcionalidad, sino en la de Yohannan, lo que hace ver que la divinización de Yehoshua vino después de esta primera redacción de Mateo.

Pero sigue San Epifanio:  “Habiendo sido bautizado el pueblo, vino también Jesús, y fue bautizado por  Yoannes. Y en cuanto subió del agua, se abrieron los cielos, y vio al Espíritu Santo en forma de paloma que bajaba y entraba en él.  Y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi hijo muy amado; en ti he encontrado mis complacencias. Y otra vez: Yo te he engendrado hoy.  Y una gran luz iluminó al momento el lugar. Y Yoannes, al verle, le dice: ¿Tú quién eres? Y de nuevo se oyó una voz del cielo dirigida a él: Éste es mi hijo, el amado, en quien me he complacido. Y entonces, habiéndose Yoannes echado a sus pies, le decía: Bautízame tú a mí, señor, te lo ruego. Pero él se opuso diciendo: Deja, que conviene que así se cumplan todas las cosas”.

Aquí es el Mateo canónico el simplificado con grandes omisiones, de las que llama la atención que la figuración de la Paloma, que en el texto de los Hebreos, de los Evyonim, entraba en él, es decir, lo inspiraba, como Dios puede inspirar a un humano, mientras que en el texto canónico de Mateo,  sólo “venía sobre él”.

La omisión más transcendente y explícita es la del “Yo te he engendrado hoy”, que se opone a la noción de que Jesús, como Palabra de Dios, no fuera creado en el tiempo.

Pero San Jerónimo ponía en manos de los Nazarenos una versión algo distinta del bautismo de Jesús de la que leían los Evyonim, según su contemporáneo San Epifanio. Las diferencias son sólo verbales, no conceptuales:

"Y un hecho fue que, como ascendiese el Señor del agua, descendió toda la fuente de la Respiración Santa, y descansó sobre Él y le dijo: Hijo mío, en todos los profetas te esperaba para que vinieras y descansara en Ti. Tú eres pues mi descanso, tú eres Hijo Mío Primogénito, que reinas sempiternamente".

Pongo en femenino la alusión a la Respiración Santa, o Espíritu Santo, porque corresponde mejor al original hebreo, que es femenino, la “Ruah”, que significa la exhalación o soplo de Dios, su sabiduría viva, hecho que tiene grandes consecuencias en el pensamiento del propio Jesús, como se verá enseguida.

La Respiración Santa es la feminidad de Dios, el momento en que el Padre se convierte en Madre y acaricia con su respiración al Hijo. Un resto de la antigua Asherah, la Diosa que en otros tiempos era la compañera inseparable de El o de Iehoua.

Primogénito, no Unigénito; debe insistirse en esta palabra, de tantas consecuencias teológicas; el Mayor; el Rey; El Hijo del Hombre, el Nuevo Adán, el primer hombre de una nueva Humanidad liberada del pecado.

No Hijo de Dios desde antes de su nacimiento, sino desde el momento en que la Respiración Santa descendió sobre él en el bautismo. No encarnación, sino inspiración.

Pero este texto reafirma la fe de los Nazarenos y los Evyonim en que Jesús reinaría, es decir, sería Rey. Sin embargo es difícil justificar que fuera considerado el Mesías, el Ungido, puesto que no consta que fuera ungido por nadie, hecho que tendría tal valor sacramental que no hubiera dejado de mencionarse.

San Epifanio, en el siglo IV, habla de la condición de Yehoshua, según los Evyonim:

“Y dicen que no fue engendrado de Dios Padre, sino creado, como uno de los arcángeles, y más aún. Dicen además que tiene dominio sobre los ángeles y sobre todo lo que creó el Pantócrator”.

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(Transfiguración) "Hace poco que me tomó mi Madre, la Respiración Santa, por uno de mis cabellos y me llevó al monte grande del Tabor"
(Citado por Orígenes y en parte por su discípulo  San Jerónimo)

Lo del único cabello se refiere posiblemente a la sutileza de la Unión mística , tan delgada, tan inasible que sólo se puede comparar a ser tomado por un solo cabello,  en una ascensión espiritual, representada por el  Monte Tabor, el de la Transfiguración o las Transfiguraciones de los iniciados. ¿Fue Jesús educado en la Mística;  se puede vincular esta mística a la de la comunidad esenia?

Dentro de la tradición judía, si Jesús se consideraba el Hijo Primogénito del Dios paternal, lo seria también de su aspecto maternal, la Ruah, la Ciencia Viva de Dios, la Ciencia del Amor, la Respiración Santa y Dios sería así Padre y Madre del Rey Mesías.

En la literatura bíblica es frecuente feminizar a la Sabiduría de Dios. En ella es donde Jesús se ha sentido generado como por una madre.

La Transfiguración parece ser el punto central del kerygma Nazareno y Ebionita, que ve a Jesús como uno de los partícipes de la condición del Profeta por excelencia, y por tanto equiparable a Moisés y a Elías.

La filiación humana de Dios como Padre y como Madre, vista entre el resplandor de las figuras, por su propia naturaleza es distinta de la especulada posteriormente en medios griegos como Dios Trino y Uno, como la Santísima Trinidad.

Se puede entender en el sentido de una conversión espiritual el fragmento recogido por Clemente Alejandrino, que vivió en el siglo I y murió antes de 215:

“El que se maravilló, reinará, y el que reinó, descansará”; que el mismo Clemente encontraba en esta otra versión: “Quien pide, no cejará hasta encontrar, y encontrando,  se pasmará, y pasmándose, reinará, y reinando, descansará”.

Pero señalando, según Eusebio de Cesarea, muerto en 339, que la decisión no viene del buscador sino de otro, que  a su vez representa a otro:

“Yo he de escogerme a quienes me plazcan;  quienes me da mi Padre en el cielo”;  en otra versión, lee “Yo me escojo los mejores”.

(Padrenuestro)

"El pan de mañana, dánoslo hoy" (Citado por San Jerónimo, que apostilla que significa: "del futuro")

En toda la oración, no se pide nada material, y por tanto sería extraño que se pidiera el pan material. Resulta propio de los pobres que se simbolice el espíritu que necesitamos por el pan. O sea, que el espíritu que nos alimente en el futuro, nos lo dé ya hoy: el pan del que nos alimentaremos en tu reino, el espíritu de amor, materializado ya en la Cena del Señor)

(Moral)

 "Y nunca, dijo, estéis alegres, sino cuando viéseis a vuestro hermano en amor"

Entre los pecados mayores, el de quien “entristeciere el espíritu de su hermano" (Citado por San Jerónimo) El servicio al próximo como medida de la virtud o el pecado.

 "Si pecare, dijo, tu hermano de palabra y te diere satisfacción, siete veces en un día recíbelo. Le dijo Simón, discípulo de él: ¿Siete veces en un día? Respondió el Señor y le dijo: También te digo que hasta setenta veces siete. Puesto que en los mismos profetas, después de ungidos por la Exhalación Santa, se han encontrado palabras de pecado”.

"Si estáis en el seno mío y no realizáis lo que pretende mi Padre, que está en los cielos, de mi seno os arrojaré" (O sea, como una versión del antiguo “Misericordia quiero y no sacrificios”, de Oseas, 6, 6) 

"Le dijo, explicó, otro de los ricos: Maestro, ¿qué de bueno tengo que hacer para que viva? Le dijo: Hombre, obra las Leyes y los Profetas. Le respondió: Lo he hecho. Le dijo: Ve, vende todo lo que poseas, divídelo con los pobres y ven a seguirme. Comenzó sin embargo el rico a rascarse la cabeza y no le complació. Y le dijo el Señor: ¿Cómo dices, he obrado la Ley y los Profetas?; porque está escrito en la Ley: Ama a tu vecino como a ti mismo y he aquí a muchos hermanos tuyos, hijos de Abraham, vestidos de basura y muriendo de hambre, y mi casa está llena de muchos bienes y no sale absolutamente nada de ella a ellos. Y volviéndose, dijo a Simón, discípulo suyo, sentado junto a él: Simón, hijo de Juan, más fácil es que un camello entre por el ojo de la aguja que un rico en el reino de los cielos"

Ésta es la moral reconocible universalmente como la de Yeshua ha Natzrathi, la de la hermandad y la solicitud hacia los desgraciados de este mundo, como prioridad del sentimiento moral, lo único que permite la alegría.

Se puede notar que la Mística, experiencia universal, desde el Raja-Yoga a los Sufíes o los Carmelitas, tiende al sumergimiento del alma humana en la Realidad o la Divinidad, pero entra en un pensamiento cerrado, y se olvida de hecho de las miserias humanas, que quedan fuera.

Mientras tanto, la enseñanza de Yeshua, incluso después de su propia unión transfiguradora, entendida como si fuera por uno de sus cabellos, vuelve siempre a la miseria material y a la humillación social.

Joachim Jeremias, erudito autor de “Palabras desconocidas de Jesús”, coincide en creer en la antigüedad de esta versión por algunos rasgos históricos menores, pero no deja de observar su carácter durísimo, que es lo que desaparece en la versión canónica.

Es notable y coherente con los presupuestos de endulzamiento político de los Evangelios canónicos (Puente Ojea) que en el actual texto "según San Mateo", se omita la mención a la basura y al hambre; lo mismo en el de San Marcos y en el de San Lucas; es cierto que, en los actuales, se mantiene el imperativo "vende cuanto tienes y dáselo a los pobres", pero se pierde la realista alusión a las causas de este imperativo y también a que la casa está llena y de ella no sale nada)

 San Jerónimo, glosando la parábola de los talentos, dice: "Porque el Evangelio en caracteres hebraicos... discernía tres siervos: el que se había comido las posesiones del señor entre prostitutas y flautistas, el que las había multiplicado con su esfuerzo y el que había escondido el talento. Y dijo que uno fuera acogido, otro únicamente reprendido y el otro encarcelado"

Este texto  desvela crudamente la moral de Jesús: el desvergonzado (y de nuevo se alude a las prostitutas, junto con las o los flautistas) es perdonado, no se sabe bien por qué, pero Dios quiere perdonarlo, quizá porque ve su humilde corazón de cigarra; quien cumple mejor con su deber, y puede enorgullecerse lógicamente por eso, es reprendido, pero sólo reprendido; y quien desaprovecha por exceso de prudencia lo que ha recibido, qué menos, castigado.

En una palabra, el que es más trabajador, esforzado, virtuoso, es reprendido, expresión que merece ser subrayada, quizás por su autosuficiencia, porque es de los que confían en sus fuerzas.

No está lejos el que se ríe, se divierte y lo pierde todo, pero se arrepiente, de la otra parábola de Yeshua sobre el hijo pródigo y avergonzado, quizá todo corazón, a quien su padre recibe con cariño, mientras que el hermano trabajador y cumplidor tuerce el gesto por su acogida.

Moral sutil, al mismo borde de la inmoralidad o la irracionalidad; más visible para la intuición que para la lógica.

En cambio, en el actual "según San Mateo", que procede en este punto del antiguo “Documento Q”, no del “Authenticum”, el primero, que es poco esforzado, recibe cinco y con su trabajo gana otros cinco; el segundo dos, y gana otros dos, y son premiados; y el tercero lo esconde y es sancionado. Esta versión no significa ninguna novedad o revelación; es de sentido común, es naturalista, es farisea. Pero en ella se escamotea lo original de la primera: el pecado de quien se lo gasta todo en juergas y sin embargo es perdonado, contrapuesto al afán de quien trabaja, que es reprendido.

El “Documento Q” no se vincula a los cristianos gentiles ni tampoco a los nazarenos de Jerusalén. Se piensa en un origen galileo y en predicadores ambulantes, es decir en una tercera comunidad yeshuista, ni griega ni jerosolimitana, sino galilea. Por tanto es difícil pensar en este caso en una acomodación o en una maniobra de desactivación política propias de los gentiles, porque además, el texto de los Hebreos tiene un valor espiritual, no político. ¿Pero por qué el “Documento Q” debilita hasta tal punto lo que sí recoge el Evangelio de los Hebreos?

Puede pensarse en simples diferencias de memorización. Pero en todo caso, entre las dos versiones, se puede reconocer que la de los Hebreos es más fiel que la del Documento Q. Veamos las razones:

Desde el punto de vista de la forma, debe recordarse la tendencia de la literatura oral a señalar tres variantes: tres hijas, tres aventuras, etc, lo que se memoriza muy bien; en la versión hebraica aparecen estas tres variantes, pero en la versión Q hay sólo dos clases de actitudes, aunque haya tres sirvientes; luego en la segunda, algo ha sido olvidado.

Y sabemos precisamente qué, no es una mera especulación, puesto que en el evangelio hebraico, el de los nazarenos y los Evyonim, se explicita: pero era demasiado audaz, es demasiado contrario a la moral bienpensante. La diferencia entre los dos primeros, demasiado iguales, se limita a un cuestión de grado en lo que el señor les confía; y ambos son premiados, por igual, mientras que en la versión hebraica, mucho más estructurada, aparecen tres clases de actitudes y tres clases de recompensas.

La moral que se deduce de la segunda versión es la del hombre virtuoso, esforzado, que cumple con su deber y por eso es premiado. La de quien está contento de sí mismo. Eso es fariseísmo o racionalismo puro.

La moral que se deduce de la primera es la del pecador que es perdonado y la del virtuoso que es amonestado. Eso es coherente con otras parábolas que conocemos de Jesús: como la del hijo pródigo, que por el pecado y el arrepentimiento es recibido y agasajado más que su hermano, el cumplidor de siempre.

La noción de Jesús sobre el pecado es llamativamente existencial. Es malo, el hombre ha de ser liberado de él, pero es bueno haberlo probado para arrepentirse, volverse humilde y querer librarse; el pecado se convierte en una vía de purificación. Es una visión profunda que corresponde a la frívola, pero verdadera, de Oscar Wilde, cuando decía que “la mejor manera de evitar una tentación es caer en ella”.

En el caso de la prostitución, sabe que las prostitutas han llegado a través de su pecado a la vergüenza y la humildad. Los canónicos están en este caso conformes con ese criterio y llenos de alusiones inequívocas o probables a prostitutas a las que ama: la mujer que unge sus pies y los seca con sus cabellos, la que ha amado mucho, las que precederán a lo virtuosos…

Haré una digresión necesaria y preocupada para señalar que Joachim Jeremias cree auténtico, jerosolimitano, un “logion” o supuesto dicho no canónico de Jesús, el de uno de los papiros de Oxirrinco, en el que hablaba también de “prostitutas y flautistas”, repitiendo la expresión de la parábola de los talentos como si fuera una frase hecha, pero para decir, el único con esta aspereza, que “están llenas de escorpiones y putrefacción”.

Cabe pensar que habla del estado de pecado, no de la pecadora purificada. El relato, según lo analiza minuciosamente Joachim Jeremias, tiene muchos rasgos realistas de historicidad, lo que incita a creer que el logion que contiene, tan duro para las prostitutas, sea auténtico. Pero es que el pecado es objetivamente un escorpión y una podredumbre de la que la pecadora quiere huir y liberarse.

Esta interpretación me parece coherente con la actitud de Jesús, que reclama en este fragmento la purificación del alma, más allá de la ritual propugnada por los sacerdotes del Templo: el lavado corporal antes de entrar a él. No veo la contaminación gnóstica que supone Aurelio de Santos, puesto que no se refiere a la dualidad cuerpo-alma de los gnósticos, sino, más simplemente, a los rituales de Jerusalén, tan formales como faltos de espíritu.

No debe de ser parte del Evangelio de los Hebreos, sin embargo, porque en éste se llama continuamente a Jesús Señor, es decir, Rey, Rey Mesías, Rey de los Judíos; el logion lo llama Salvador, lo que presupone otra interpretación de su persona.

 (Milagros)

"Era albañil, ganándome la vida con las manos; te ruego, Jesús, que me devuelvas la salud para no mendigar torpemente la comida"
(Citado por San Jerónimo)

 Le pide ayuda un albañil parado por su enfermedad, humillado, mendigando.  Hoy lo atendería la Seguridad Social, pero entonces, no le quedaba más que suplicarle a Yeshua un milagro, al verlo pasar junto a él, su pequeñez, su desgracia.

(Resurrección)

"Sin embargo, el Señor, como diese la sábana al siervo del sacerdote, fue hacia Jacob y se le apareció ...Traed, dijo el Señor, la mesa y el pan. Tomó el pan y lo bendijo y lo partió y lo dio a Jacob el Justo y le dijo: Hermano mío, come tu pan, porque resucitó el hijo del hombre de los durmientes"
(Citado por San Jerónimo)

 Se ha dicho que los Nazarenos y Evyonim no hablaban de la Resurrección en su kerygma, pero este texto del "Evangelio de los Hebreos" alude a ella. Naturalidad de su saludo a Jacob, como hermano suyo.

Primacía a Jacob el Justo, el Menor, en las apariciones, y probable reconocimiento de su primacía en la comunidad, por encima de Pedro. En el actual "según San Mateo" ni palabra sobre la aparición a Jacob, ni en San Marcos, ni en San Lucas. Desaparece. ¿Por qué? Probablemente, por la aparente contradicción gentil con el Hermano del Señor, Jacob, cabeza de los Nazarenos, de la Comunidad de Jerusalén, depositario de la auténtica tradición de los discípulos de Yeshua. Sin embargo,  Paulo es el único que habla de esta aparición, quizá porque aún no habían roto los Judíos seguidores de Yeshua con los Cristianos Gentiles.

 Se comprueba también la práctica en el Kahal de los Pobres de Jerusalén de la Cena del Señor, igualmente negada por algunos investigadores. En ella, lo esencial es tomar el pan y partirlo y darlo o compartirlo y llamarlo “tuyo”, de quien lo recibe, y no del que lo da. Y ese pan es entonces el Cuerpo del Mesías, su corporalidad, lo que se parte y comparte en memoria suya, sin más milagro que el del amor.

“Yo, en verdad, y después de la resurrección, en carne lo vi y creo, porque es; y cuando vino a Pedro y a los que estaban con Pedro, dijo: He aquí, palpadme y ved, porque no soy un demonio incorpóreo. Y al instante lo tocaron y creyeron”.

Lo primero que me llama la atención de este fragmento es el uso de la primera persona en quien lo cuenta: “lo vi y creo”. ¿Quién es quien escribe el Evangelio de los Hebreos en primera persona? ¿Mateo, porque en otros lugares San Jerónimo lo llama “Evangelio Hebraico según Mateo”? ¿Por tanto un testigo presencial de la resurrección? “Yo”, era por tanto Leví el rico judío publicano, cobrador del peaje del Lago de Genesaret, pero por eso despreciado por los suyos, excomulgado de la comunidad, quien cuando Jesús le dijo “Sígueme”, sencillamente “se levantó y lo siguió”, dejándolo todo, y después se cambió su nombre por el de Mattai, en arameo, abreviación de Mattanyah, en hebreo, “regalo de Yahveh”.

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Hasta aquí los textos conservados del Evangelio de los Hebreos.

Otros fragmentos pueden adscribirse sin dificultad a este "Authenticum Matthaei". Es coherente con él la siguiente redacción del Codex Sinaiticus de la Antigua Versión Siríaca: "José, con quien estaba casada María la Virgen, engendró a Jesús, llamado Cristo" (Mt 1, 16) (José Montserrat Torrents, "La Sinagoga cristiana", Muchnik Editores, Barcelona,
1989, p. 168)

O la afirmación de Epifanio, en Panarion H.30, 3, de que los Evyonim citaban a Jesús diciendo: "He venido a abolir los sacrificios" (J. Montserrat Torrents, ibidem, p. 169) Aurelio de Santos Otero menciona también a San Epifanio, citando el Evangelio según los Hebreos, de los Evyonim: “He venido a abolir los sacrificios y, si no dejáis de sacrificar, no se apartará de vosotros mi ira”.  

En línea con el culto de El, Padre de los Elohim, en el Salmo 82, todavía politeísta, y de los antiguos Nevi’im o Profetas de Yisra’El,  cuando clamaban contra el Templo con sus costosos sacrificios de ganado, con sus ofrendas sancionadas por el pago en dinero y ponían en boca de ‘El la expresión de Hoshaiah,  “Misericordia quiero y no sacrificios”.

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Los otros escritos que pueden proceder de los Notzrim o los Evyonim son la Epístola de Santiago y el Apocalipsis.

La Epístola de Santiago el Justo es muy judía y dura, muy denunciadora de injusticias, muy preocupada por los pobres, nada por una cuestión luego tan obsesiva como la pureza de la continencia. José Montserrat Torrents la entiende como un documento de la sinagoga seguidora de Jesús (ibídem, pp. 177-178) Se dirige a "las doce tribus dispersas entre las naciones",  lo cual no puede ser literal, porque en aquellos tiempos sólo sobrevivían la tribu de Judá y la de Benjamín. Creo que se refiere a los judíos nazarenos, probablemente conscientes de que cada uno de los Doce Apóstoles puede representar a una tribu (por eso tenían que seguir siendo los Doce, y después de la traición y muerte de Judas, tuvo que ser sustituído por Matías) Habla de cuestiones relacionadas con el bien que se hace, con la justicia o la injusticia, no menciona en ningún momento la sexualidad tan obsesiva para los acomodados y enviciados gentiles.

"Que el hermano pobre esté contento por ser elevado y el rico, por ser rebajado".

“Hermanos, ¿no escogió Dios a los pobres de este mundo para hacerlos ricos de fe y darles el reino que ha prometido a quienes le aman? Y vosotros despreciáis a los pobres. ¿No os aplastan los ricos y os ponen pleitos y desprecian el nombre que os ha sido puesto?

"Si un hermano o una hermana están sin ropa y sin el pan de cada día y uno de vosotros les dice: "Buenos días, abrigaros y comed" y no les da lo que les hace falta, ¿de qué les sirve?"

"¡Cómo grita el jornal que habéis dejado de pagar a los segadores! Las protestas de los segadores han llegado hasta los oídos del Señor de los Ejércitos!"

Menciona José Montserrat Torrens la corta "Epístola de Judas" entre los textos de los judíos seguidores de Jesús, convencidos de su Mesianidad y participantes de la comida en común.

También José Montserrat Torrents desglosa en el Apocalipsis dos partes, las Visiones y las Siete Cartas, y ve especialmente claras en la primera las trazas del judaísmo nazareno, seguidor de la Torá y de Jesús.

Señala la Teología de este libro, que había evolucionado del realismo del kerygma a un simbolismo visionario en el que se le ve como el Mesías y León de Judá, Cordero degollado, que cabalgando en un caballo blanco destruirá a Babilonia para sumar a todas las Naciones a Israel en el triunfo del Fin de los Tiempos.

Todo ello en una obra que no es única, sino que se inserta en la cultura apocalíptica del judaísmo humillado por el dominio extranjero y expectante de la Justicia Final.

El "Evangelio de Tomás", muestra en su colección de 114 "logia" de Jesús uno, el Logion 12, que  probablemente  viene de los Pobres de Jerusalén y que muestra la altísima consideración en que tenían a Yaakov el Hermano del Señor: "De dondequiera vengáis, iréis a Jacob el Justo, para quien existen el cielo y la tierra" Inesperada y sublime dignidad de alguien después casi olvidado, menos en Hispania. (J. Montserrat Torrents, ibidem, p. 228)

Todos los anteriores textos se relacionan con los Nazarenos y los Evyonim, que quizá son los Pobres de Jerusalén que siguieron a Yaakov, el Hermano del Señor. Pero José Montserrat Torrents señala otro momento en el que hubo judíos cristianos (ya no Nazarenos) junto a los gentiles cristianos seguidores de Paulo. A ellos les adscribe la Epístola a los Hebreos, atribuida a Pablo de Tarso pero hoy considerada anónima.

Es un escrito también muy judío. Por tanto, no es trinitario, como no lo eran los primeros cristianos gentiles. Lo esencial de él es considerar a Jesús, no como Dios, lo que para un judío sería una blasfemia, sino como Sumo Sacerdote, o intermediario entre Dios y los hombres.

Es la que lo llama Sumo Sacerdote según el orden de Melkisedek y precisa que este nombre significa Rey de la Justicia, y que como era Rey de Salem, o Jerusalén, que significa Paz, también Rey de la Paz.

Jesús, Sumo Sacerdote, Rey de la Justicia y de la Paz, intermediario entre los hombres sus hermanos y Dios nuestro padre, en una Nueva Alianza, superadora del sacerdocio levítico ("He venido a suprimir los sacrificios"), que consistirá en que "Al dar mis Leyes, las escribiré en su razón y en sus corazones, yo seré su Dios y ellos [judíos y gentiles] serán mi pueblo", de manera completamente evidente, pues "un hombre no tendrá que instruir a su compatriota ni el otro a su hermano, diciendo "Acata al Señor", porque todos me conocerán, grandes y pequeños, cuando perdone sus crímenes y ya no me acuerde de sus pecados" (José Montserrat Torrents, ibidem, p. 234)

Este judaísmo de transición se mantenía también de la II Epístola de Pedro y la extracanónica I Epístola de Clemente. La primera de las citadas menciona también la Transfiguración, mucho más importante para los judíos de Jesús que para los cristianos gentiles, porque establecía su estatuto como Profeta entre Elías y Moisés.

La segunda habla de "nuestro padre Jacob" y "nuestro padre Abraham" y acepta la doctrina de Paulo.

Por último, podemos también encontrar en los Evangelios canónicos (gentiles o paulinos) otras supervivencias posibles del Evangelio de los Hebreos o de la fe de los Nazarenos.

Por ejemplo, las Cuatro Bendiciones que hay en San Lucas, proceden también del documento Q, lo que hace que las Cuatro Maldiciones que las siguen procedan o bien del redactor, por un prurito de simetría, o bien de otra fuente que las incluyera, que podría ser, hipotetizo, el Evangelio de los Hebreos.

En todo caso, unas y otras parecen más auténticas que las Ocho Bendiciones de San Mateo, por las siguientes razones:

Primero. Veamos a quien se bendice en San Lucas: A los pobres; a los hambrientos; a los que lloran; y a los odiados por su causa.

Y a quiénes se maldice o por quienes se lamenta: A los ricos; a los que están hartos; a los que ríen; y a los que son elogiados por la gente.

En los dos casos, conceptos simples que todo el mundo conoce y todos comprendemos.

Veamos ahora lo que se dice en San Mateo:

Se bendice: A los pobres de espíritu, (no a los pobres, sin más; ¿pero qué es exactamente un pobre de espíritu? ¿no lo puede ser un rico que se declara desapegado?); a los mansos o afables; a los que lloran; a los hambrientos y sedientos de justicia, ( pero tampoco a los que tienen hambre y ya está; ¿y quiénes son los hambrientos y sedientos de justicia o virtud, no son más bien los virtuosos?); a los compasivos; a los limpios de corazón; a los pacificadores; a los perseguidos por ser justos; a los ofendidos por su causa.

¿A quién se maldice? A nadie. Todo resulta complicado, difícil de definir, blando e inofensivo.

Mientras que las Cuatro Bendiciones y las Cuatro Maldiciones son un canto de guerra, las Ocho Bienaventuranzas son una salmodia bondadosa, mansa, apacible, aburrida. El orden romano y farisaico tenía mucho que temer de las primeras; nada de las segundas.

¿Por qué, entre las dos versiones, también soy de los que creen que la verdadera es la de San Lucas?

Primero, porque es la más dura y clara, y por tanto disonante con el modelo de Jesús conciliador que proclamó la Iglesia gentil.

La versión extensa, pero recortada de toda dureza, es muy deliberadamente política al diluir la problemática de las clases, borrando una mención tan explícita contra los ricos, los hartos y los que ríen como la que estructura las Cuatro Maldiciones y sustituyendo a los pobres por los pobres de espíritu y a los hambrientos por quienes tienen hambre y sed de justicia.

Así se atenúa el enfrentamiento del Reino del Mesías con los reinos de este mundo, en especial con el de Roma, tan incómodo para los cristianos paulinos o gentiles después de la insurrección judía, como lo recoge Puente Ojea, lo que resulta una hábil prestidigitación, que la diferencia de la versión breve y de la Epístola de Santiago, tan diferenciadora de las clases.

Segundo, porque las innovaciones son claramente interpolaciones o añadidos, que parten de unas palabras simples iniciales intercalando otras que las deforman, como se hace al añadir ala palabra “pobres” el suplemento “de espíritu”, a “hambrientos”, el de “y sedientos de justicia” y todos lo demás añadidos, cuyo efecto general es difuminar la dura sencillez de la pobreza, el hambre y el llanto,

Y tercero, porque la primera versión es más acorde con las reglas de la transmisión oral: simetría que forma un ritmo de cuatro y cuatro y sencillez del texto, tanto en las palabras como en los conceptos. La segunda en cambio es una salmodia de ocho elementos, sin paralelismo alguno, y de conceptos retorcidos,

En conclusión, aunque sin base documental, puede aventurarse que la versión del Sermón de la Montaña de San Lucas es más coherente con la actitud de los “Pobres de Jerusalén”, los Nazarenos, que no se llamaban precisamente “los pobres de espíritu de Jerusalén”.

(La intervención de Saúl de Tarso)

“[Los Evyonim] usan sólo el Evangelio que es según San Mateo y rechazan al apóstol Pablo, llamándole apóstata de la Ley”.
(San Ireneo, que vivió en el siglo I y murió hacia 202)

Saúl ben Kish de Tarso, como se sabe, no había visto nunca a Jesús Nazareno, ni lo había oído , ni había hablado con él. No podía recordarlo por tanto en su día a día vivo, libre, amable, despreocupado de lo material, sin hogar, no convencional, comprensivo y compasivo.

Él mismo reconocía que enseñaba un Evangelio diferente, en el que no hablaba de nada de lo que había dicho o hecho Jesús, por lo que vemos en sus escritos, sino sólo lo que representaba para sus especulaciones escatológicas y para su intención de convertir a los gentiles. Consiguió nada menos que atraerlos, pero al precio de olvidar el amor vivo que Jesús hizo ver a quienes le vieron.

Realizó una predicación intensísima, más que nadie, pero se proclamó nada menos que Apóstol por cuenta propia, sin mantener contacto con los Apóstoles de Jerusalén durante tres años, rompiendo la estructura cerrada dispuesta por el propio Jesús, tan limitada a doce que por eso Judas fue sustituido por Matías. Saúl quiso ser el Apóstol número trece y lo fue de hecho, fuera del círculo previsto.

Jesús se había dirigido a los judíos, y sólo excepcionalmente a una samaritana, pero Saúl se dirigió a los gentiles, a quienes permitió seguir a Jesús sin seguir la Ley Judía.

Los judíos llamados Nazarenos, o Evyonim o Pobres de Jerusalén, seguidores de Jesús y dirigidos por el Apóstol Jacob, el hermano del Señor, no aceptaron esta decisión y acusaron por eso a Saúl como apóstata. Saúl fingió que había habido un acuerdo y así lo hizo contar en los "Hechos de los Apóstoles"; quizá consiguió que el Apóstol Simón
Kefas vacilara.

Pero, aparte de la cuestión de la identidad religiosa de los seguidores de Jesús, la moral de Saúl de Tarso es la corriente, la del sentido común, sin nada de lo paradójico y radical que hay en la de Jesús y se puede ver en ella el origen del formalismo agresivo y despiadado, del nuevo fariseísmo, que culminó con los siglos en la Inquisición.

Saúl de Tarso superó muchísimo a todos los discípulos en actividad proselitista, en inteligencia y a casi todos en capacidad literaria (menos a Juan, si es el autor de la hermosísima Epístola, del Cuarto Evangelio Canónico y a quien se atribuye el Apocalipsis)

Tuvo el mérito de llevar el conocimiento de Jesús a los gentiles, con lo que lo salvó de la ruina de Jerusalén y lo extendió, de hecho, a todos los pueblos, cumpliendo las profecías de que Israel sería la Luz de las Naciones; pero puede preguntarse cómo hubiera sido la Comunidad Nazarena en caso de que Saúl de Tarso hubiera puesto su talento y su energía al servicio de los verdaderos Apóstoles.

Todas las Iglesias que sobreviven, orientales, ortodoxas, católica, protestantes, evangélicas, son saulinas.

Mientras que, a mi entender, Jesús habla de Dios, a quien siente dentro de sí, como dirección de la mirada, la divinización de la persona de Jesús, la atención puesta en él a la manera saulina, empobrece la imagen de Dios al definir lo indefinible.

Jesús siente dentro de sí a Dios como amor por los hombres, que vuelca en milagros de compasión, pero a la vez, este amor por los hombres hasta la muerte es una forma del amor absoluto que en todo hombre expresa su necesidad del Absoluto.

No es preciso mirar a Jesús para ver a Dios, como sostiene desde entonces la Iglesia saulina, sino ver, gracias a Jesús, el amor en general y en particular la compasión hacia el hombre como camino desde Dios o como Reino del Amor de Dios.

Los Nazarenos y los Evyonim, los judíos dirigidos por el judío Jacob, el Hermano del Señor, usando los primeros el propio sobrenombre religioso del que llamaban el Señor, el de una comunidad observante, los Notzrim, también eran llamados los Pobres de Jerusalén, porque expresaban su mutua compasión en el hecho de que eran pobres y todo lo tenían en común, unos quizás antiguos mendigos curados, otros, pobres por su voluntad, los que habían repartido lo que tenían.

Era la pobreza como alegría y voluntad y Saúl (pese a renombrarse como Paulo, “Poco”) no lo entendía y hacía colectas para ellos, pero no era de ellos.

Los Nazarenos y los Evyonim no reconocían las escrituras de los cristianos gentiles, como las Epístolas paulinas o los Hechos de los Apóstoles. Tampoco se parecían mucho a los acomodados conversos griegos, llamados “pobres de espíritu”, pero no necesariamente pobres de dinero, más semejantes a los cristianos actuales.

Los Nazarenos contaban con un solo Evangelio, el de los Hebreos, y posiblemente (a mi entender) con un par de Epístolas, la de Santiago el Menor y la de los Hebreos.

Dejaron de existir (salvo unos pocos) con la destrucción de Jerusalén y la dispersión de los judíos, que les afectó a ellos puesto que huyeron de la ciudad en peligro de muerte el año 71, antes de que se escribieran los Evangelios canónicos, éstos corregidos (según afirma una escuela crítica en la que participa Gonzalo Puente Ojea) con el fin de exculpar a los cristianos gentiles de la rebelión de los judíos y librarlos de la prevención contra ellos. Los recuerdos de Jesús que contienen fueron escritos usando otras fuentes, como el “Documento Q” y retocados también desde la perspectiva de Pablo de Tarso.

Quizás sólo el Apocalipsis, libro posterior a los Nazarenos, descubre una sensibilidad más judía que gentil. No por casualidad, entonces, según explicaré al final, fue uno de los libros más leídos en España.

Pero si no llega a ser por Paulo de Tarso, la memoria de Yeshua se habría perdido o casi en el mundo.


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